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Una realidad revolucionaria

La inteligencia artificial (A.I. en inglés), en definición comúnmente aceptada, es la capacidad que tiene un dispositivo (móvil, ordenador o robot) para realizar tareas que generalmente requieren inteligencia humana, por ello es compleja, múltiple y en evolución explosiva hoy.

Se proyecta en numerosas áreas de conocimiento y nos ayuda en nuestro día a día, generando grandes oportunidades; así la IA generativa crea modelos capaces de generar autónomamente contenidos de texto, imágenes, videos u otro tipo de datos, siendo ejemplo hoy el ChatGPT. La IA optimiza los procesos productivos y la logística, automatiza la industria mejorando su competitividad; gestiona el tráfico; analiza el sector bursátil y financiero; ayuda al sector sanitario mejorando los sistemas de diagnóstico e incorporando la medicina de precisión o a la administración pública, con una educación personalizada, en defensa, en justicia…

Los autores clásicos de ciencia ficción como Julio Verne (submarino…), H.G Wells (máquina del tiempo…) o autores en los que concurre además su condición de científicos, como Arthur C. Clark (internet…) o Isaac Asimov (las tres leyes de la robótica…) anticiparon con precisión el futuro de la tecnología y de la ciencia, sus problemas éticos y límites de su uso, en beneficio de los seres humanos y su entorno natural.

Unos límites necesarios

La aparición y aplicación gratuita del chat GPT ha sorprendido a todo el mundo, creando pánico o fascinación, con sus temores apocalípticos o/y grandes esperanzas, provocando actualmente múltiples debates nacionales e internacionales sobre las prestaciones y riesgos de la IA, que, para muchos, supone un cambio revolucionario histórico, equiparable a la aparición del fuego, de la rueda o de la imprenta, por lo que pretender una moratoria de seis meses sobre la IA, es un brindis al sol o poner puertas al mar. El desarrollo y aplicación exponencial y vertiginosa de la IA en nuestro día a día es imparable, es algo que está ocurriendo, que va a continuar ocurriendo cada vez con un mayor impacto, por lo que resulta muy positivo el debate social para el común de los ciudadanos, a los que afecta directamente.

Debemos garantizar que las tecnologías del presente y del futuro tengan un contenido ético mínimo e igualitario, un contenido político estableciendo autoridades de supervisión y certificaciones, que eviten sesgos discriminatorios, que controlen el software y la propiedad de los códigos, posibilitando una propiedad pública o al menos un uso y aplicación universal y transparente de los mismos. Mas de la mitad del tráfico actual de internet lo general seis grandes compañías estadounidenses (Alphbet 21%, Meta 15%, Netflix 9%, Apple y Amazon 4% y Microsoft 3%). Europa empieza y necesita reaccionar ante una realidad que no controla. Por otra parte, el efecto caja negra de la IA, según un informe elaborado por IBM en todo el mundo, acreditaba que más de la mitad de las empresas que utilizan IA asumen que no monitorean el origen de los datos que las alimentan, no pueden explicar las decisiones que toman y tampoco tienen políticas éticas para evitar los sesgos.

Sin duda, la IA está agilizando y va a agilizar exponencialmente el trabajo, en la práctica totalidad de los sectores de actividad, completando las partes más previsibles del código, verificando su desarrollo y generando documentación. Los procesos, todos los procesos afectados por la IA van a ser más eficientes, más limpios, van a disparar la productividad, la calidad y evolucionarán hacia nuevos productos, mucho más accesibles para todos los ciudadanos que carecemos de conocimientos de programación.

La IA y la Administración de Justicia

La IA no puede sustituir a la inteligencia humana en la Administración de Justicia, en declaración de Manuel Marchena, Presidente de la Sala de lo Penal del TS, abril de 2023 en el Congreso Internacional sobre Derecho e IA. Afirmación más voluntarista que real, pensando en el futuro inmediato de la justicia.

En España, la IA tiene una aplicación limitada, véase en este mismo blog (https://gutierrezarrudi.com/justicia-digital-en-espana-justicia-fragmentada/), a diferencia de países como China, Reino Unido o Estados Unidos, donde se vienen aplicando algoritmos en determinados procesos con datos objetivos, que agilizan la respuesta judicial, lógicamente con los riesgos inherentes a un uso imperfecto de algoritmos (sesgos, discriminación… en el software y códigos fuente)

Los algoritmos de predicción de sentencias existen y son capaces de generar resoluciones correctas en un 79% de los casos, así se constata en el análisis de 584 resoluciones de la Corte Europea de Derechos Humanos, efectuadas por algoritmos, con base en datos objetivos o el caso Cruncher Alpha, con algoritmo elaborado por cuatro estudiantes de derecho de Cambridge de predicción de resultados de decisiones judiciales en materia de seguros; el resultado sobre 775 casos fue consultado a 100 abogados de reconocido prestigio que acertaron el 63,3% frente al 86,6% del algoritmo. La IA se puede aplicar razonablemente en asuntos del derecho de los negocios con infracciones económicas o en la jurisdicción fiscal vinculada a la contabilidad o en la civil referida a deudas de aseguradoras o sin duda en los procesos de marcas y patentes. Sin embargo, cuando no solo se manejan elementos objetivos, sino que aparecen derechos subjetivos, los algoritmos resultan impensables dada la necesidad de interpretación de un juez, que siempre va a aplicar el criterio social vigente y la valoración individualizada de las circunstancias del caso.

El juez artificial y abogado virtual

Actualmente, en el debate sobre la IA existe un amplio consenso de rechazo a un esquema de justicia puramente mecanicista o formalista en la aplicación del derecho, y ello porque el lenguaje jurídico es un lenguaje natural y los algoritmos cristalizarían o solidificarían las decisiones, prevaleciendo los criterios de los programadores, sean o no juristas.

Reflexionar sobre los posibles aspectos positivos y negativos y hacer propuestas orientadas a resultados más satisfactorios (tiempo de respuesta), se vincula a la idea occidental de la decisión judicial, bien como una actividad primordialmente técnica o instrumental en la aplicación del derecho, dando cabida a la IA o bien como actividad de administrar justicia.

Es indudable que la aplicación de la IA y los algoritmos a la justicia, creando un juez artificial tendría aspectos positivos al hacerla más eficiente, más precisa y más rápida. La imparcialidad con decisiones libres de sesgos, el requisito de la transparencia, exigiendo un código público no secreto, susceptible de supervisión y análisis por las autoridades, la consistencia, reduciendo la variabilidad y multiplicidad de criterios e interpretaciones en las decisiones de diferentes jueces y tribunales, eliminando prácticamente la posibilidad de error dada la información acumulada. En definitiva, previsibilidad y alto grado de seguridad jurídica.

Sin embargo, el legislador occidental atribuye cierto grado consciente de indeterminación en la interpretación y aplicación de la respuesta jurídica, por lo que actualmente el sistema humano, que necesita contar con la capacidad de juicio y deliberación vinculada a la realidad social del momento (procesos de derechos humanos y derechos fundamentales, procesos penales, menores, incapacitados, vulnerables…) hacen impensable la aplicación absoluta de una justicia artificial, pese a que la mayoría de las decisiones contaría con criterios claros y objetivos.

La evolución del juez artificial y del abogado virtual impondrá, bien una justicia artificial cuando los criterios sean claros y objetivos, bien una justicia humana vinculada a las decisiones que necesitan de un juicio y deliberación o finalmente una justicia mixta que imponga la revisión por los humanos las decisiones propuestas por la IA.

Valoración provisional

La IA refleja una revolución actual, que sin embargo, es invariable a lo largo de la historia, debemos dejar a las maquinas lo que las maquinas pueden hacer de forma más eficiente y debemos dejar para los humanos lo mas importante, todo lo demás. Por ello, el debate sobre la IA debe ampliarse a los factores de fondo y a los problemas sociales que pretende resolver.


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